Crisis. Esta es la palabra más usada por todos nosotros en la actualidad. No es relevante ya la clase social, el nivel cultural y económico o los intereses personales de cada cual en relación a la utilización, ya cotidiana, de este vocablo en cualquier acto de comunicación en el que estemos involucrados o del que seamos objeto.
Crisis. Lo cierto es que es difícil escapar a esta palabra porque, en realidad, lo que evoca nos afecta a todos en mayor o menor medida. Sobre sus orígenes, evolución, trascendencia, duración, importancia y remedios se ha escrito, se escribe y se seguirá escribiendo con profusión y no será mi intención abundar más en aquello que únicamente conozco por referencias indirectas y sobre lo que no podría arrojar, yo, luz alguna que a alguien pudiese iluminar.
Crisis. La mera palabra a muchos nos hace, cuanto menos, reflexionar. Pero, ¿a cerca de qué reflexionamos? ¿Sobre qué es la crisis, quizás? ¿Sobre por qué nos tuvo que tocar a nosotros? ¿Sobre cómo es posible que nos esté pasando cuando la culpa es, seguro, de otros? En definitiva, nuestra mente se ve inundada por una cantidad ingente de pensamientos negativos que nos sobrevienen automáticamente asociados al vocablo y que, sin conocer exactamente la naturaleza de los mismos, nos hacen sentir pesar, temor y desasosiego.
Crisis. Lo cierto es que, sea lo que sea, está ahí y estará por un tiempo aún. Influye en nuestro “hoy” y en nuestro “mañana”; en lo personal, lo social y lo económico; y, sobre todo, en el modo en que percibimos la realidad que nos rodea y nuestras expectativas sobre lo que nos depare el futuro.
Crisis. Quizás todo lo que tiene que ver con este concepto no sea negativo. En algunas culturas esta acepción se define mediante los términos conjuntamente: “riesgo” y “oportunidad”. Puede ser una definición acertada dado que si bien es cierto que las repercusiones negativas acaban perjudicando en diferente grado y medida, a unos y otros; también puede provocar una catarsis que nos haga ser “mejores” en algo o en mucho.
Crisis y oportunidad de mejora. ¿Son conceptos que pueden ir de la mano? Muchos autores así lo afirman y lo hacen basándose en la experiencia de personas, empresas y organizaciones que han sido capaces de sobreponerse a la adversidad mediante la puesta en práctica de una serie de herramientas al alcance de todos. El objetivo es poner orden en el desconcierto, coherencia en las decisiones y eficiencia en las acciones. La tan manida crisis puede ser considerada como un punto de inflexión, un catalizador, una “oportunidad” que se nos brinda para renovar y optimizar el modo en que interactuamos con nuestro entorno.
Oportunidad de mejora. En la esfera empresarial, aparentemente, todo vale en épocas de bonanza económica. Los excesos están a la orden del día y el mercado es benévolo con las organizaciones ineficientes, premiando a muchos que no lo merecen y creando cierta percepción de que los aplausos son merecidos y resultado de un trabajo bien hecho. Nada más alejado de la realidad y, para muestra, prácticamente cualquiera de las empresas que cada uno de nosotros puede encontrar no sólo en los medios de comunicación, sino a la vuelta de la esquina.
Ahora el mercado ya “no nos ríe la gracia” y muchos no entienden cómo es esto posible, cuando sólo hace unos meses haciendo lo mismo se conseguía tanto y ahora tan poco.
Aquí puede residir parte de la clave: El entorno ha cambiado y hay que cambiar con él. Lo que antes daba resultado lo hacía en las circunstancias de ese tiempo. La misma receta de éxito puede ya no tener aplicación en unas circunstancias tan diferentes como son las actuales. De nada sirve el empeño en no querer aceptar la realidad y pretender conseguir lo mismo o más que antes conseguíamos; o pretender que ya somos maestros en casi todo por el mero hecho de que durante una época no fue necesario ser ni bueno en algo ni hacer las cosas bien para conseguir los objetivos propuestos.
A Platero, el entrañable asno de la imaginación de
Por otro lado, esta crisis (que no es la primera, ni será la última, en la historia de la humanidad) nos vuelve a regalar una magnífica oportunidad de cambiar para ser mejores. En muchos casos el cambio es, en sí mismo, la única forma no ya de mejorar, sino de sobrevivir. Ese cambio habrá de ser real, consistente e íntimamente relacionado con el propio entorno y casuística particular de quien lo aplica. De nada servirán las soluciones cosméticas que intenten disimular lo defectuoso y destinadas al propio consumo interno. Sobrevivir o desaparecer se convierte en la única dicotomía sobre la que decidir.
Si la elección es sobrevivir, habremos de cambiar. Para cambiar se debe partir del conocimiento y análisis sincero de la situación existente.
Séneca, el pensador cordobés del 200 a.C., tenía un aforismo muy adecuado a esta reflexión: “ningún viento te será favorable si no sabes a qué puerto te diriges”.
Es importante conocer a dónde se quiere llegar pero lo es también, y no menos, el ser consciente y conocedor del lugar de partida en el que uno se encuentra: Cualquier recta queda definida por dos puntos. Sólo así podremos evaluar, antes de comenzar ningún viaje, cuál es la distancia entre origen y destino. Con este conocimiento se deberá tomar conciencia de la dificultad que la aventura puede tener y de los medios (materiales, económicos e intelectuales) que deberán aportarse a la expedición para adentrarse con ciertas garantías en la aventura del cambio.
En próximos "posts" pretendo hacer referencia a ideas, conceptos y cuestiones sobre las que reflexiono habitualmente y que considero de gran importancia a la hora de entender los motivos por los que muchas de las empresas de nuestro entorno no consiguen prosperar, crecer o, simplemente sobrevivir. Probablemente no publique todo lo que pienso, pero sí que pienso todo lo que publico.
Hoy, mi cumpleaños, creo que es un buen momento para comenzar esta serie. Espero que a alguien le sea de utilidad. A mí el hecho de compartirlo ya me ayuda, así que cualquier ayuda extra que se genere ya será un plus.
Referencias:
Raúl Cobos