Sunday, 27 September 2009

LIDERAZGO. El líder tiene que saber escuchar y mirar a los ojos.


Entrevista a Koldo Saratxaga

La edad le habrá dado madurez y perspectiva, incluso alguna pausa en su discurso, pero no mermado la emoción que contagia. Su entusiasmo por la vida y por construir en grupo, le confiere una experiencia que comparte allí donde le llaman, ya en las más prestigiosas universidades, ya en la escuela del barrio. Desborda gozo por lo que hace y por eso hechiza y por eso se le hace tan difícil detener el torrente de su verbo. Acostumbra a decir que si existieran recetas infalibles y dispusiera de ellas, dedicaría su vida a repartirlas gratuitamente. Aun siendo falibles sus fórmulas, es feliz regalándolas.

Ese verbo encendido, a menudo algo incendiario, revela una profunda fe en el ser humano. Su discurso contundente, no exento de algún que otro juramento, toca corazones. Él habla siempre de las “tripas”, pero el impacto de su mensaje, a un tiempo exigente y esperanzado, va más arriba.

Cree en la naturaleza humana, en su creatividad, sus posibilidades y los hechos le han dado la razón. Su secreto es saber sacar lo mejor de las personas. Pero llamar a su puerta no sale gratis. Quien quiera trabajar con él, sabe que tendrá que repartir ganancias. El empresario que le fiche, sabe que habrá de bajarse del pedestal y establecer proyecto común y relaciones de confianza, no de autoridad con los trabajadores.


Lleva treinta años transformando radicalmente la empresa. Es consciente de que su enfoque es aún para minorías: “Muchos me empujan y empujan para que me vaya fuera...” Pocos aceptan en la empresa su envite: “No jerarquía, compartir, transparencia, beneficios para todos…” Va contracorriente, pero no le importa. Disfruta sembrando y sabe que su cosecha es a largo plazo. Afirma que sólo un 2% de las organizaciones, (empresas), han cambiado su modelo de una manera clara y no ficticia.

Nos cita temprano en el corazón de un Bilbao saturado de obras. Es primavera tardía, pero él vive una juventud eterna: “No nos dejan volar y después las alas no nos crecen… No nos dejan soñar, no nos dejan ser nosotros mismos…” No le perturba la mañana lluviosa y plomiza. A las ocho de la mañana en una cafetería frente al Guggenheim de Bilbao, este hombre indomable, ya clama por la libertad. Se ha batido largo por ella. Dice que se hubiera conformado con unas cabras y un huerto, o con el taparrabos de Sidharta, pero el destino y alguna seria amenaza de su mujer, le llevaron a asesorar y dirigir grandes empresas vascas.

Ama la libertad como a nada. Peleó duro en su tiempo para que sus hijas no le llevaran notas a casa. Él sólo quería saber si eran felices, si disfrutaban con sus compañeros en la ikastola. Ahora alberga la misma preocupación para con sus nietas. En el presente sigue peleando para que absolutamente a nadie le corten las alas.

Su libertad fue ejercitada desde la austeridad de la postguerra. Recuerda la naranja dividida en muchas rajitas para que llegara para todos en su escondido caserío natal de Sopuerta. La escasa comida bien repartida con sus hermanos en aquellos años duros de la infancia, le aleccionó en el gozo de compartir. Pero el casero de la Bizkaia profunda se instruyó y saltó al mundo. Los cambios eran inherentes a su compromiso con las empresas en las que trabajaba, una suerte de revolución que pedía mucho de quien se sumaba a ella, ya jefes, ya subordinados. Por encima de todo, pedía ser uno mismo.

Se especializó en resucitar empresas moribundas. Quienes aceptaron su terapia de choque, triunfaron. En Irizar se empleó desde 1991 hasta 2005. A los pocos años de su entrada, los autobuses de Ormaiztegi se paseaban por todo el mundo. Tras revolucionar allí la forma de hacer empresa, se subió a los aviones y comenzó a levantar filiales de la multinacional vasca en Brasil, en China, en la India, en Sudáfrica... Su empuje extrovertido y a la vez riguroso, su trato coherente y cercano le reportó importantes satisfacciones profesionales, pero sobre todo amigos en todos esos continentes.

A los sesenta y tres años sigue irredento. La pasión no ha mermado en este hombre de nervio a flor de piel. Las arrugas delatan también que todo lo ha dado. Por eso también ha pedido tanto a los suyos y han triunfado. Ha demolido mucho, pero ha construido más, por eso los alumnos de Harvard han de aprender a pronunciar la “tx” de su complicado apellido.

En vez de morir de éxito, este luchador imperturbable quiso empezar de nuevo y se puso a reflotar nuevas empresas. Ahora dirige la consultora “K2K emocionando” (
www.k2kemocionando.com): “No somos consultores al uso. No nos gusta ese calificativo. Nos consideramos facilitadores, dinamizadores, personas ilusionadas para conseguir el cambio organizacional hacia un modelo de gestión radicalmente distinto, basado en un nuevo estilo de relaciones, es decir, basado en las personas. Nos encanta emocionar a los demás, ilusionarles, hacerles sentir la necesidad del cambio, hacerles actores del mismo y, por tanto, dueños del éxito.”

Se revela ante lo impuesto y lo caduco, ante quienes sólo repiten esquemas de dependencia del ayer, ante quienes sucumben a la monotonía, ante quienes siguen ignorando al hombre que se esconde detrás de cada trabajador… Se revela, jura y perjura, pero a la vez crea con sorprendente facilidad un ambiente de cercanía, franqueza y mutua comodidad.

Se comulgue o no con su pensamiento revolucionario, nadie dudará que Saratxaga se entrega por entero a cada instante. Sabe que su destino es poner todo patas arriba. El caso es que ha triunfado en su rebelión, ya por su carisma arrollador, ya por lo acertado de sus propuestas, ya porque ha sabido rodearse siempre de gente adecuada, de un competente equipo.

El nervio no se le agota en las mesas de trabajo. Llega a casa y coge la azada y cultiva tomates y labra la madera. Se levanta de buena mañana y va a ver la huerta. Ha hecho buena parte de su propia casa. La tierra, la piedra, la madera son elementos constitutivos de su día a día. Los toca y se siente cómodo. Dice que eso le añade sensibilidad especial hacia lo humano. El dinero para él es un problema, más que una solución. Su profesora de yoga le dijo que es un alma vieja.

No lleva reloj, ni pulseras, ni cadenas…, nada que le ate. En la entrevista que nos concede, se le va el tiempo sin darse cuenta. No nos conoce, pero se entrega por entero. Nos regala tres horas grabadora en mano. No sin pena, le soltamos: “Koldo, son ya las once…” Cuando le damos la hora, sale disparado y nos deja solos ante el reto imposible de transmitiros toda la pasión que nos ha volcado.

¿El haber trabajado con equipos de China, la India, Brasil, Sudáfrica, México… te habrá dado un conocimiento profundo de la naturaleza humana?
He trabajado en cuatro continentes, estuvimos a punto de hacerlo también en Australia, pero no fue posible por la llegada de un cambio de moneda. He pateado el mundo para buscar los lugares donde levantar las fábricas, para buscar posibles socios… Siempre he conocido el origen de las nuevas empresas. Hasta saber cómo y con quién has de aliarte es preciso hacer muchos viajes. Así trabajábamos. En realidad no he buscado, sino que he esperado a que las circunstancias se concitaran.

“Oye Koldo, ¿lo de la India para cuándo…?”
Me preguntaban los periodistas. Yo les decía, para su asombro, que no lo sabía. “Pero bueno, ¿cómo es esto? Todo el mundo tiene un plan estratégico que define el cuándo!” Pues no… No me programaba. Si queríamos hacer algo para siglos, dos o tres años no iban a ningún lado. No sabía cuándo íbamos a estar en India y en Latinoamérica, pero sí sabía que un día se crearían las condiciones apropiadas para arrancar allí. Era preciso encontrar el entorno, el momento, los compañeros…

Es necesario definir bien la idea, los objetivos. “Queremos estar en tal lugar, de esta forma…”. A partir de ahí, el resto se va armando con paciencia. En Argentina nos regalaban fábricas. Dije que no. Nosotros queríamos montar algo que no fuera especulativo y sólo para tres o cuatro años, queríamos montar a largo plazo para aquella zona del mundo.

¿Si sabemos dónde vamos, el resto resulta más sencillo?
Así es. A los jóvenes a los que imparto master, les digo: “Tenéis que saber bien lo que queréis. Son treinta y cinco años de convivencia, treinta y cinco años de creatividad, treinta y cinco años de ser vosotros…”. Hay que saber huir de los lugares en que no nos desarrollamos, en los que no estamos a gusto. Si no los hay, es preciso crearlos, pero por nada te quedes enganchado a un puesto, a una mesa, a unos euros… Es un tercio de tu vida.

¿Qué has aprendido a la vuelta de todos esos aviones, de todos esos tours por el mundo…?
He aprendido que hay gente maravillosa en todos los lugares. Empleaba mucho tiempo en pensar quién era la persona idónea para responsabilizarse de la nueva unidad creada, quién la iba a hacer crecer. Me encanta el riesgo, me encanta tomar decisiones.

¿Cada día un lienzo nuevo…?
Si hacemos siempre lo mismo, no podemos ganar en experiencia. Ya podemos llevar treinta años en un trabajo, que si no hemos cambiado de actividad, será como un solo año de experiencia. Tengo cincuenta y cinco años de experiencia, porque ningún día he hecho lo mismo que el anterior. Me levanto cada mañana con ilusión y lo que hago, lo hago desde las tripas.

¿Para innovar necesitamos talento?
Las empresas están a la búsqueda del talento. Yo pongo mi talento, mis valores cognitivos, si estoy a gusto, si vivo lo que hago. Tengo que tener pasión. El talento no se compra con dinero. El talento no es algo que llevas contigo y lo enchufas a la mañana cuando entras al trabajo.

No hay dos personas iguales, ni dos días iguales. El modelo piramidal que no permite crecer, es un fracaso. Todas las personas somos creativas, interactivas, emprendedoras..., unas más y otras menos.

¿Por qué te preocupa tan especialmente el tema de la educación?
Desde pequeños se nos cortan las alas. Desde los siete años ya se nos impone una forma de estar en el mundo. En el aula no vemos más caras que las del profesor, sólo vemos las espaldas, las cabezas y las nucas de los compañeros. No vemos sus ojos, no los vemos de frente. De esta forma no tenemos ocasión de encontrarnos, de compartir, de dialogar con ellos o ellas. Llegamos a adultos y no sabemos interactuar. No sabemos comunicar desde las tripas.

Tristemente la educación se ve limitada a textos para aprender un examen. La educación no se puede reducir al aprendizaje de unas asignaturas predeterminadas, impartidas por un profesor treinta años mayor que el alumno, sin que medie comunicación. Si en la sociedad falta interactuación y cooperación, es porque ya la educación se diseña de esa forma.

¿Has batallado también en este ámbito?
¿Cómo vamos a ser creativos, si no sabemos lo que es la libertad? Yo no quería notas para mis hijas en la ikastola, yo quería saber si mis hijas eran felices en ella, si marchaban de casa con ilusión. No nos dejan volar. Ahora estoy preocupado con mis nietas.

No nos han educado a relacionarnos. Ahora llegan los reyes del marqueting y nos llevan como quieren a la locura del consumo, porque así, en esa pasividad, hemos sido marcados desde pequeños.

¿Ese déficit de comunicación es padecido después por la empresa?
Estamos en entornos laborales durante decenios sin saber nada del otro. No conocemos a nuestros compañeros de trabajo. Sabemos que es del Atletic, que veranea en Lekeitio y que tiene dos hijos. Punto. El “ganarás el pan con el sudor de tu frente” nos ha lastrado para toda la vida. ¿Por qué no disfrutar en el entorno de trabajo?

¿Cuál es para ti la clave de ese disfrute?
Para disfrutar primero hemos de saber lo que queremos. Quiero dinero y prestigio o quiero un lugar donde realizarme como ser. ¿Qué quieres, fichar en una multinacional para poder decir “yo trabajo en el...”, aunque sea cualquier cosa, o trabajar en una Pyme pequeña en la que haces de todo, colaboras, compartes, aprendes, creas…?

Es indispensable saber lo que queremos. No nos quejemos después que soy un pringado que trabaja catorce horas al día. Se nos educa en crecer sin límite, en tirar en la pirámide para arriba como locos.

¿Qué echas en falta en el líder de hoy?
El líder tiene que saber escuchar, pero igualmente mirar a los ojos. Es preciso crear un nuevo tipo de relaciones. El actual es una locura. El líder no tiene por función controlar y machacar a los que dan menos de sí mismos, sino precisamente de estimularlos. Los jefes han de reparar que cuentan con personas, no con números. No podemos dejar a las personas en segundo plano. Yo no veo obreros, sino personas inteligentes, capaces de hacer maravillas. Es preciso dar poder y primacía a las personas.

Hemos de pasar del “mi” al “nuestro”. Ya no es mi despacho, mi mesa, mi ordenador, mis clientes…. Nos apropiamos de cosas porque estamos o nos sentimos en un nivel de estatus superior. No soy amigo de este tipo de expresiones: “mi gente”, “los de abajo…” Es importante poner el posesivo en plural. Somos uno más en el seno del grupo. Nos apropiamos del trabajo grupal con una facilidad asombrosa. “Como son “míos”…, yo puedo decidir por ellos.” Es una locura que responde a unas ansias surgidas de un modelo educativo erróneo.

¿Tu borrador de la otra empresa posible?
Ética, reparto de beneficios, trabajo en equipo, transparencia, no horarios, compartir todo… Ese es el modelo que planteamos al conjunto de toda las personas que constituyen la organización. No es fácil porque hay una inercia enorme del pasado. En realidad el nuevo estilo de relaciones que planteamos no es sólo para la empresa, sino para la vida, para el fomento de correctas relaciones a todos los niveles.

En el ensayo de estas nuevas relaciones, necesariamente surgen roces. Ello no nos ha de desmoralizar. Es natural cuando hay un proyecto común. Hay que expresarse y dirimir en camaradería esos roces…

Lo que escribo, lo he hecho. No digo nada que no haya hecho o no haga ahora. En estos momentos “K2k emocionando” estamos en quince organizaciones de todo tipo.

¿Tu borrador del otro mundo posible?
Sostenibilidad no es sólo cuidar el medio ambiente, sino también el humano. El humano es el eje. Prefiero hablar de desarrollo humano sostenible.

Hay crisis de valores, de poder, de conocimiento… Las organizaciones siguen estando dominadas, dirigidas y decididas por quien puso el capital y los demás obedecen. Una vez más, el poder del capital, pero eso ya ha pasado a la historia. Las personas han de ser el eje en las organizaciones. Sin el conocimiento y la ilusión de las personas no habría empresa. He ahí el valor fundamental.

¿Cómo incentivas esa ilusión en los trabajadores?
No me hablen a mí de mano de obra…, sino de personas. El modelo piramidal que tenemos es de hace siglos y propio del ejército. Se habla mucho de cambio, pero las cosas siguen bien controladas desde arriba. “Como yo he puesto el dinero, yo me llevo la cosecha…” Donde hay transparencia, donde hay confianza, los beneficios se reparten más equitativamente. ¿Cómo no va a pensar el trabajador en marchar, si no se implica, si no sabe de qué va la partida, de qué va el juego, si no sabe lo que crea, la importancia de lo que hace…?

He lanzado en diferentes foros el reto de observar el desarrollo a diez años de una organización con modelo arcaico y mano de obra barata, en un país de los llamados de bajo coste y una empresa como las nuestras, con los costes de aquí, pero con gente ilusionada, con gente cercana al cliente, con gente que piensa y desarrolla. A ver cuál prospera más…

El modelo del control, de la jerarquía autoritaria, del “ordeno y mando”, va a cambiar necesariamente. No tiene futuro el esquema de producir, producir y controlar y controlar, en el que la persona, el trabajador, queda relegado a simple mano de obra.

¿Cuáles son las mayores dificultades para la transformación de la empresa?
Conozco a miles de empresarios. Los dos grandes problemas para la transformación de la empresa actual son el pánico a la transparencia y a la pérdida de poder. Cuando un pequeño ejecutivo logra el poder y dinero ya se cree…

Estamos además con un miedo, con una incertidumbre por la crisis financiera que es un desastre.

¿Por qué no progresa más ese modelo basado en las personas?
He visto mucha resistencia a este modelo basado en las personas. Se encuentra mucha oposición porque exige mucha comunicación en vez del habitual “ordeno y mando”, pero a la larga es más efectivo y también productivo. Es preciso ganarse a la persona, no considerarle un subalterno sin posibilidad de pensar. Ya no tendrás que controlarlo. Vale la pena emplear una hora para explicarle algo, en vez de ordenárselo sin más.

Aún hoy el compartir, el hablarnos, el ceder… en el seno de la organización es contracultura, implica un estilo de relaciones diferente.

¿Papel de los sindicatos…?
Los sindicatos están bastante obsoletos. Vienen del mismo modelo educativo imperante y no se están adaptando a los tiempos y las necesidades.

Cuando nosotros como asesores, vamos a hacer un cambio organizacional, convocamos asambleas y las hacemos con todas las personas en activo, con acuerdos mayoritarios, compartiendo desde el principio lo que será la nueva relación. Eso no lo hace ninguna consultora del mundo.

¿Cómo contemplas la tan mentada crisis económica?
La pérdida de dinero por la crisis puede ser, según lo veamos, incluso liberadora. Puede suponer quitarnos lastres. El mundo de antes era algo ficticio.

No tengo apego al dinero. Lo que tengo no lo he buscado, sino que me lo he encontrado. Estuve en los primeros años en Irizar de presidente, de coordinador general y creando empresas y no era el que más ganaba. En mi vida me he preocupado por un aumento de sueldo.

¿Hay esperanza para este mundo?
Estoy convencido de que empezamos una nueva era. De lo contrario, para no sumar nada, para no cambiar nada yo ya me habría retirado. Creo en la juventud. Creo en la siembra. Cuido mi huerta todos los días. Tengo el concepto de siembra. Si sembramos, recogeremos. Se habla ya de cosas que antes ni se tocaban. Ayer éramos aún más “cuatro locos”. Hoy hay más sensibilidad que nunca. Confío en que mis nietas vivirán en un mundo mejor, menos abocado a la carrera y al consumo.

¿Ese contacto directo y cotidiano con la tierra, cuál es la mayor enseñanza que te ha reportado?
La tierra siempre responde. La tierra siempre es agradecida. Es un ejemplo de gratitud, pero es preciso tener paciencia. A nada que le das, te lo devuelve multiplicado, pero hay que esperar. No podemos sembrar hoy y recoger mañana. La cosecha depende de nuestra sensibilidad y cuidados. Tenemos de evitar ese concepto tan arraigado en el mundo de cosechar continuamente. Todo el día con la espalda abajo y cosechando sin parar...

¿Desvinculados de la tierra no hay futuro?
No lo hay. La naturaleza es para compartirla, no para dominarla. A veces voy con mis nietas a la huerta, ellas ven cómo la cuido, ven que no le echo química… Cuando forzamos a las personas se revelan, otro tanto ocurre con la naturaleza. Es cuando vienen los desastres.

¿Volvemos una y otra vez a este mundo?
Si sólo fuera una vida, esto sería una tomadura de pelo. Estamos en procesos evolutivos. Creo en la reencarnación, de lo contrario no se puede explicar tanta injusticia recaída sobre alguien, tanta desigualdad en el mundo… ¿Por qué yo me siento tan afortunado en la vida? ¿A qué es debido que otros se sientan tan estrellados? Sin embargo la vida sigue y los buenos actos de hoy encontrarán su gratificación. Sentir, ser sensibles a los demás, ayudarles…, tiene su recompensa. No necesariamente en dinero, pues la economía no da la felicidad.

¿Cómo manifiestas ese agradecimiento tuyo por la vida?
Estoy muy agradecido a la vida. Expreso ese agradecimiento compartiendo lo que he visto y experimentado y en ese compartir, en esa entrega, no pongo límite de tiempo, ni de ilusión.

¿Consideras que en el ser humano mora algo divino?
No sé si se puede decir esto, pero yo creo que nosotros somos Dios, dioses en potencia. Tenemos una parte de Dios, de ese Ser Supremo, sin embargo no creo en el Dios que nos han contado. Somos capaces de conseguir todo aquello que nos propongamos a nada que lo emprendamos con ganas, con energía y con ilusión. Cuando nos trazamos retos que “a priori” parecen imposibles, indica que ya estamos en el buen camino.

Creo en una energía superior que envuelve todo. No puedo creer en Alguien superior que nos domina. No puedo estar pendiente ochenta años de mi vida de un Ser que me va a perdonar o no… Hemos de respetarnos entre nosotros, hemos de hacer todo el bien que podamos, pero para ello no necesitamos a nadie que nos esté juzgando.

¿Somos dotados de un potencial infinito de amor y creación?
Yo creo que sí, sin embargo las religiones han minimizado las capacidades de las personas. Son tantos siglos de “esto hay que hacerlo así y así…” En todos los ámbitos se nos ha inculcado que tenemos que hacer esto y aquello para mantenernos dentro de los cánones. Si lo quieres hacer de otra forma, te cortan las alas.

Somos seres humanos con las alas cortadas en lo emocional, en lo educacional, en lo espiritual. Se nos educa para ser dirigidos en todos los ámbitos. ¿Cómo es posible que tan pocos a base de miedo dominen a tantos? ¿Por qué hemos de ser sumisos, si nacemos libres, si nacemos con todas las capacidades del mundo? Aquí particularmente se nos ha inculcado en una cultura de no expresar nuestros sentimientos.