Un muy interesante artículo publicado hace unas semanas en la revista "Capital". Por Juan Verde (22/04/13)
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En los últimos años ha prosperado en el mundo de la psiquiatría
y la psicología el término ‘resiliencia’ para referirse a la cualidad de
encajar, resistir y superar las adversidades. El anglicismo deriva del latín
resilire, que significa ‘rebotar’, y proviene del campo de la física, donde se
emplea para medir la elasticidad de un material, su capacidad para deformarse
sin romperse cuando es presionado por otra fuerza exterior. Y las empresas, como
las personas, necesitan de su capacidad para adaptarse al entorno -de su
“resiliencia”- para alcanzar sus objetivos y sobrevivir.
La idea no es nueva. En el pensamiento económico, Joseph
Schumpeter ya recurría a una reveladora frase para explicar el comportamiento
cíclico de la economía: “En una crisis, unos
lloran y otros venden pañuelos”. La pregunta es, ¿quiénes son “los que venden
los pañuelos” hoy? La respuesta, desde mi punto de vista, es obvia: quienes
apuestan decididamente por la innovación.
Innovar hoy no es una opción, es una NECESIDAD. Más aún, ésta ha de
ser continua, permanente. Y una línea de trabajo para mantener ese pulso es la
de la internacionalización, la búsqueda de nuevos mercados. En este sentido, la
inercia cultural y las oportunidades de negocio a corto plazo nos animan a
invertir en países como Argentina o Venezuela, mercados “naturales” para el
empresario español que, a pesar de todo, no ofrecen demasiadas garantías a
largo plazo ni normas reguladoras para crear un marco de estabilidad mínimo.
¿Es este fenómeno un ejemplo de emprendimiento o, por el contrario, de miedo al
riesgo? ¿Por qué no superar prejuicios y buscar el éxito en la primera economía
del mundo? ¿Por qué no invertir en Estados Unidos, un mercado de 300 millones de
clientes potenciales sin aduanas internas, con una moneda única, transparencia
legislativa, estabilidad y la mayor protección a los derechos de propiedad
intelectual del mundo?
El anuncio de la inminente negociación de un tratado de libre
comercio (TLC) entre EE.UU. y la Unión Europea no hace más que reafirmarme en
esta idea. Su firma dará origen a la relación económica entre países más
integrada del mundo, con un intercambio de bienes y servicios cercano al billón
de dólares. Lo ha dicho el comisario de Comercio, Karel de Gutch: esta nueva
convergencia reguladora generará un incremento del PIB europeo entre el 0,5 y
el 1% y la creación de cientos de miles de nuevos puestos de trabajo. Pero en
terminos globales, este acuerdo permitirá a europeos y estadounidenses –y por
extensión, a los españoles- crecer en un mercado con las mismas normas para
gestionar los mismos problemas. Un agricultor de Almería podrá vender sus
productos en Boston en igualdad de condiciones que un agricultor de California;
un informático que tenga una idea brillante en su casa de un barrio de Madrid
podrá defenderla igual que otro que la tenga en un garaje de Montana. Hay mucho
que ganar si colaboramos y mucho que perder si no lo hacemos.
¿Por qué estoy tan seguro de que estas oportunidades de negocio
son reales? Por un lado, porque
nuestra situación de partida no es en absoluto mala, somos el décimo inversor
extranjero en EE.UU. y destacamos en sectores en los que el trabajo por hacer
es aún inmenso, como los de energías sostenibles, infraestructuras,
construcción, transporte o I+D+i. Pero sobre todo, porque el TLC implicará una
ventaja competitiva para nuestros empresarios en tanto que el nicho del mercado
hispano en EE.UU. es un terreno abonado para ellos. La comunidad latina supera ya
los 50 millones, es un colectivo joven que reclama ser atendido en su lengua y
con sus códigos, quiere “consumir en español”. Y lo más importante, es un
sector demográfico que crece exponencialmente (ya es un 18% del total y se
espera que alcance el 30% en 2050) y que ha doblado su poder adquisitivo en la
última década.
En este contexto, una vez aprobado el TLC, las empresas
españolas jugarán con una ventaja extraordinaria que no deben dejar escapar.
Muchas grandes empresas españolas están ya triunfando en EE.UU. (Telefónica,
Indra, Hispasat, Abengoa, Iberdrola…), pero el mercado está completamente
abierto para las PyMES. Seamos “resilientes”, aprovechemos el momento y
adelantémonos al cambio que se avecina haciendo lo que solo una empresa
española y nadie más que una empresa española es capaz de hacer.