A continuación, un interesante artículo sobre Inteligencia Emocional y lo que el autor denomina "puntos ciegos" del directivo, publicado en el número 278 de la revista "Capital Humano". Por
Santiago Ávila.
Una
trayectoria directiva sostenida por el éxito puede alimentar una ceguera
emocional directamente relacionada con su período de duración. ¡Cuántas veces
un error reconocido es la mejor de las medicinas! Tomar conciencia de nuestras
deficiencias directivas -puntos ciegos- es una de las primeras, y más
necesarias, prioridades con relación a afinar nuestro estilo de dirección.
Con frecuencia las personas que se encuentran en el vértice de cualquier organización han tenido que emplearse a fondo en su día a día. Tanto la necesidad de logro, como la posibilidad de saberse partícipe obligado en los resultados de la empresa o simplemente el afán de poder, constituyen el motor motivacional necesario para que, en unión a capacidades intelectuales y emocionales elevadas, en la mayoría de los casos puedan ocupar posiciones tan relevantes.
Muchas veces tal circunstancia no hace sino reafirmar en el
individuo la idea de que su estrategia personal es la idónea. De forma
insospechada se concatena un razonamiento lógico que concluye que el éxito en
la consecución de su posición se encuentra avalado por una forma de hacer
ganadora. ¿Cómo no va a ser así cuando muchos desearían desempeñar su mismo
cometido y no lo han conseguido? Mi enfoque es el adecuado -pensará-.
Pero incontables son las malas praxis y actitudes que, como en el
caso del conductor que despistado circula ajeno al reguero de descalabros que
deja a sus espaldas, el “éxito” laboral -¿solo laboral?- ha arrinconado en la
vía muerta de sus recorridos de mejora. Son los denominados puntos ciegos.
Entendemos por punto ciego aquel tipo de comportamiento que es
avalado por una actitud, manifiestamente mejorable, de la que el individuo no
es consciente.
CLASES DE CEGUERAS INTELECTO-EMOCIONALES
En una primera aproximación podríamos distinguir dos tipos de
cegueras. La ocasionada por el desconocimiento intelectual y la que se
encuentra apalancada por la actitud inconsciente mencionada con anterioridad.
La ceguera intelectual, habitualmente queda calificada como de
ignorancia. Ignorancia que según un conocido proverbio árabe puede admitir
diversas consideraciones:
• El que no sabe, y no sabe que
no sabe, es un necio: !evítalo!
• El que no sabe, y sabe que no sabe, es un ignorante: ¡instrúyelo!
• El que sabe, y no sabe que sabe, está durmiendo: ¡despiértalo!
• El que sabe, y sabe que sabe, es el verdadero sabio: ¡síguelo!
• El que no sabe, y sabe que no sabe, es un ignorante: ¡instrúyelo!
• El que sabe, y no sabe que sabe, está durmiendo: ¡despiértalo!
• El que sabe, y sabe que sabe, es el verdadero sabio: ¡síguelo!
CLASES DE PUNTOS CIEGOS
Pero centrémonos en la ceguera emocional, la que viene propiciada
por la presencia de los puntos citados. Tal como hemos señalado, su existencia
gira en torno a la actitud que adopta el individuo cuando, amparado por el
éxito (siempre subjetivo), se manifiesta como inmune a cualquier tipo de
defecto y pierde toda noción de realidad. Todo su entorno aprecia lo que él es
incapaz de adivinar (ventana de Johari).
Así, según Robert E. Kaplan , citado por
Daniel Goleman en su obra “La práctica de la Inteligencia
Emocional”, varios son los puntos ciegos que propician tal desapego con la
realidad.
Un primer grupo estaría formado por la ambición ciega y la sed de
poder, que junto a la intromisión y al anhelo de lujo, se manifiestan como
representantes de una forma de hacer que se caracteriza por unos marcados
tintes maquiavélicos.
El fin justifica los medios. Aquello que resulte extraño a sus
objetivos personales deviene en accesorio, consecuencia natural de que todo en
su vida gira en torno a él y a sus intereses. Los demás no son más que
herramientas que la organización pone a su disposición.
En asociación distinta tendríamos las cegueras de tipo narcisista.
La necesidad insaciable de reconocimiento, así como la de parecer siempre
perfecto, se concretan en la búsqueda constante de la alabanza y de la
admiración.
Toda crítica, por muy honesta y saludable que sea, se interpreta
como un ataque, como un desprecio que empuja al individuo a culpar a los demás
de sus propios errores. Le produce un vértigo terrible asumir como propia
cualquier equivocación, de ahí que siempre tenga que ser otro el culpable.
Por último, encontramos la extravagancia en establecer objetivos
poco realistas, junto al esfuerzo desmedido, insaciable, como consecuencia de
un vacío emocional –crisis noogénica- de imposible solución si se persiste
en la misma estrategia.
Todavía recuerdo, no sin perplejidad, a un individuo que tardó dos
días en acudir a la clínica donde se encontraba su mujer e hijo recién nacido,
(empresa y clínica se encontraban en la misma ciudad) tenía mucho trabajo.
¿EL POR QUÉ DE LOS PUNTOS CIEGOS?
¿Pero qué propicia tal ceguera? En palabras de
Daniel Goleman “las personas que ocupan una posición privilegiada
suelen considerar la necesidad de cambio como un signo de debilidad o de
fracaso”.
A lo anterior le podemos añadir el hecho de que
–Goleman también- “todos compartimos esa tendencia a la negación, una
estrategia emocionalmente cómoda que nos protege del hecho de reconocer
nuestras verdades más crueles, una actitud defensiva, en suma, que puede
adoptar múltiples formas: minimizar los hechos, soslayar información crucial,
racionalizar y buscar “buenas excusas”, recursos, todos ellos, que cumplen con
la función de distorsionar nuestra realidad emocional”.
Estrategia emocional que se ve reforzada por el comportamiento de
las personas que nos rodean y que no saben o que no quieren –se atreven-
encontrar la forma de decirnos lo que realmente piensan.
Los resultados, cuando las personas que están al frente de una
organización –y sus puntos ciegos- se encuentran arropadas por jerarquías
fuertemente marcadas, pueden ser dramáticos.
La institución, toda ella, se puede convertir en un gran
baile de salón. De peligrosa, para su eficacia y supervivencia, se puede
calificar toda estrategia, compartida ampliamente por una mayoría, que consista
en el seguidismo y el halago continuo al jefe.
En esta ceremonia de la hipocresía y confusión, se puede gestar un
caldo de cultivo según el cual cualquier opinión que pudiera interpretarse como
contraria a los intereses del mismo debe ser atacada sin piedad por un
colectivo ávido de reconocimiento por el jefe.
¿Dónde queda la verdad y la sana crítica? Sin su presencia se
pierde toda posibilidad de mejoría.
PUNTOS CIEGOS, SU CORRECCIÓN
Cualquier atisbo de progreso pasa por tomar conciencia del
problema, por lo que toda estrategia que no vaya acompañada de un deseo sincero
de cambio, resultará infructuosa.
A partir del mismo, y en trabajo individualizado por parte de un
jefe en funciones de coach o coachexterno, el problema podrá
encontrar solución.
Pero el principal enemigo en la corrección de los puntos ciegos se
encuentra en la condición humana. La soberbia, falta de humildad, el afán
desmedido de poder, la apariencia, en una sociedad que solamente reconoce los
éxitos de naturaleza material; el egoísmo, la ausencia de principios y valores,
la falta de respeto por la persona, etc. son, entre otros muchos, los enemigos
a vencer. Fuerte, muy fuerte debe ser la voluntad de cambio en aquel individuo
que lo desea.
Así mismo, en las posiciones de gobierno de todo tipo de
institución, se debe velar por el auge de cualquier manifestación de esta
naturaleza. La más mínima debilidad en la corrección de tales desatinos puede
acarrear serios problemas para la supervivencia de la misma.
En definitiva, que la sociedad, nuestra sociedad, a pesar de todo tipo
de avances y mejoras, tanto de orden científico como técnico, siempre acaba
encarándose de forma contumaz con los mismos problemas, no disponiendo de más
estrategias que las que nunca nos debieron abandonar. Esto es, asertividad y
preparación apasionada en un lecho de talento, principios, y valores.
Autor:
Santiago Ávila. (Capital Humano, nº 278
WOLTERS KLUWER)